Patrimonio-Reconversión/ Eduardo Cruces

Patrimonio – Reconversión
Eduardo Armando Cruces Ayala



Y cuando trascendiese en una mina subterránea, que las vigas que mantenían su firmeza para el libre vínculo de las galerías entre sí, de un día a otro cediesen, y se propiciara el derrumbe interno, ¿No quedarían sin embargo en pie espacios intermedios? flujos aislados y separados por escombros se articularían como vacíos llenos, plegados en sí mismos y pausados por la espera, añorando ensamblarse de manera renovada para no perder en parte el continuum fluido de su veta.

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Hay un territorio trazado por el progreso, altamente limitado y delimitador, que separa las extracciones de la historia a modo de cortes. De estos cortes son registrados a veces ciertos residuos como emblemas históricos, para así dar cuenta de manera pregnante de particulares procesos de producción. Estos restos, puestos al lado del continuum de la historia, intentan problemáticamente insertarse como emblemas de procesos caducantes o infinitos, y por ello, delimitadores de un supuesto origen en común articulado mediante la constante repetición. Pues bien, estos residuos emblemáticos de la producción se denominan patrimonio.
Los residuos emblemáticos no se registran en el antes de un proceso, sino en su después, insertados no en la historia misma, sino al lado de ella, residuos que se mantienen abiertos para ensamblarse con otros patrimonios, derivados de otros residuos de un después del proceso de producción. Sucede, que el patrimonio no es excluyente sino altamente relacional, pues su aspiración es ser referente constructivo de manera natural por excelencia. Por ello, los residuos emblemáticos están abiertos a ensamblarse siempre y cuando procuren a pesar de la separación del tiempo, engendrase a sí mismos constantemente en la historia. Y es que el patrimonio logra posicionarse, sólo cuando la producción toma conciencia de registrar su particular modo de limitar y delimitar la historia: la de los productores pregnantes.
Los residuos emblemáticos se materializan mediante los objetos que los evocan y las conmemoraciones que los invocan, llamados a veces “bienes culturales” u “obras” e incluso separados mediante contraposiciones de “tangibles” o “intangibles”. Estas denominaciones prolongan la eterna disyunción discursiva entre el cuerpo/espíritu (y su analogía forma/materia) para así desplazar su designio dominante y no justificar la arbitrariedad de todo su registro. Nominaciones de lo mismo y lo diferente, que intentan a duras penas aferrarse sobre sí mismos y separados de sí desde su anverso a reverso, para darle viscosidad a un supuesto fundamento unificante que ciña todo proceso a una totalidad histórica: la de “mi pertenencia”. Pero este intento de generalidad, no puede presentarse más que por fragmentos, partes al lado de otras partes que se relacionan y ensamblan, conservando en sí mismas todas las fisuras de sus cortes, pequeñas fugas plenas de fallas.
Y es que el patrimonio procura asentar un orden y una estructura de aquel caos que acontece de todo después del proceso de producción y clausura. El deseo de configuración deviene residuo emblemático, el cual mediante su jerarquización, devuelve la propuesta a una concepción coherente y plena para la convención.
Si bien el patrimonio es un corte de asentamiento, el confinamiento de la historia para un emblema, limitante y delimitador en su proceso de consumir los restos, extraído y registrado por los productores pregnantes, no puede escapar del progreso y de su constante actualización que tensiona todo ello que quiera permanecer como bien estable y neutro, con valor y sentido fijados de una vez y para siempre, sino como un corte del flujo convencionalizado, pero permanentemente en tensión. Una tensión del patrimonio es la reconversión, porque así misma es una práctica del progreso que le transfigura, para así reinsertarlo en nuevas condiciones de productividad. La reconversión invierte prácticas aceleradoras, asintiendo como impulso que todo convierte y que inclusive aquello ya convertido puede reconvertir. Lubricado por una síntesis conectiva de disímiles patrimonios, la reconversión extrae los residuos registrados (patrimonio a) y los actualiza para nuevos medios, ensamblándolos por su flujo con otros residuos (patrimonio a’, a”, a”’…).
Como abandono o saqueo, fuego o terremoto, son actualizaciones fulminantes y paulatinas de la producción, la reconversión es también una actualización del mercado, y como la industria/naturaleza y el arte/industria no son contrarios ni excluyentes, también mercado/arte es un mismo y único proceso al lado del continuum de sus flujos, reconvertidos constantemente. Sin embargo, el patrimonio no es un efecto de la reconversión, sino el objeto residual que cruza toda su transfiguración al lado de ello. El patrimonio en cierta medida es la caja negra de la reconversión, cuyo sentido es no sólo actualizarlo como objeto registrado, sino a toda la realidad que viajaba ya con ello. Toda reconversión conserva del patrimonio aquello que sirve a su actualización, porque potencialmente permanecía ya en el residuo lo que la producción deseaba de suyo: numen.

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El pueblo de Lota se manifiesta desde su referente constructivo local, como una pieza ejemplificadora para el ensayo de las prácticas de actualización. Luego de desplegar un proyecto industrial por más de 150 años en la materia del carbón, registró la realidad particular de un pueblo–carbonífero por lo poético, narrativo, mágico, social, ercológico y lingüístico que ello sintetizaba. Sin embargo, dicha configuración se presenta en tensión y desborde, ya que han pasado 13 años de la clausura de su proyecto y aún se ejerce un plan de reconversión laboral sobre todo hacer minero. Estas prácticas han suscitado convivir imágenes que aluden/omiten representar la realidad del pueblo-carbonífero al mismo tiempo y en un mismo soporte de circulación. Sucede que la reconversión extrae un corte de flujo del proceso clausurado, lo separa y ensambla sus restos en otros procesos de producción (apir–panadero, etc.), ajustándolo por derivación a un nuevo soporte de circulación (mina–panadería, etc.). Esto en ninguna medida es apocalíptico, puesto que es una práctica agenciada constantemente en el flujo: (artesano–jornal/gubia–martillo), (grabador–diseñador/prensa–computador), convenciones de la dualidad que no se separan completamente sino que conviven desplazándose en su propio hacer, rostros anteriores no excluidos más que en capas superpuestas.
La reconversión exige al productor engendrarse a sí mismo para producir cuando ha clausurado el proyecto. Para lubricar el ensamble, antes ha separado su particular proceso, ha conservado aquello que tenía potencialmente de suyo, y ha dejado al descubierto su heterogéneo origen (o su puerto multilector). La crisis de la reconversión sólo se visualiza por actualizaciones multitudinarias, porque eleva la inserción de posibles fallas y la inestabilidad configuradora por residuos de corte poco resilientes. La reconversión llama a esto fallas de origen.
El progreso deviene ruina de aquello que desplaza ser reconvertido, no necesariamente por exclusión, sino también por una reconversión ineficiente o una reconversión omitida. Sólo cuando la producción ha tomado conciencia de lo fluido que puede ser el corte, es que la reconversión actualiza los residuos y los ensambla en nuevos procesos. La reconversión es una actualización fulminante de la producción, altamente consciente y crítica.
Todo pueblo clausurado de su proyecto pregnante es una alegoría del progreso y del devenir propiciado por la actualización, del cual una unión indisoluble entre objeto y sentido ya no es inmutable ni infinito, sino cuestionable y fragmentable: Imágenes omitidas, aludidas, reiteradas y quebradas, dislocaciones del rostro e intercambios de cuerpos, iconos quemados, ladrillos volando por todo el espectro utópico. Luego de la reconversión lo que antes era fijo y determinado, “homogéneo”, hoy se asienta en el proceso y sus fallas, en sus flujos y sus cortes.

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Cuando se clausura el proyecto de la industria/naturaleza o del mercado/arte, el inventario es el dispositivo técnico altamente configurador de los residuos, los cuales no podrían reconvertirse sin su registro previo. Para designarse una nueva partida en la producción, el inventario es primordial para toda actualización.

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La clausura multitudinaria del proyecto, devela todas las contradicciones y fisuras de la producción, en el cual nada es homogéneo ni eterno. Esto no necesariamente problematiza la totalidad ni la unidad, más bien vislumbra que lo incompleto y lo disforme también conviven en la fruición de ello. El quiebre, hace proclive el deseo de aferrarse a la obra única u modelo pregnante, salvo como testimonio de un origen generado por otros quiebres. El origen es la separación.
El modelo pregnante siempre a partir de su particular práctica, configura todo un sistema de jerarquización saciado de vías seguras y letreros de señas, sin embargo al quiebre de su flujo, pulsaciones de sentidos son desparramados por todo el territorio, vislumbrándose no sólo senderos que se bifurcan, sino también galerías subterráneas incomunicadas por derrumbes internos. El coleccionar y clasificar de igual manera son arbitrariedades del inventario.

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Un estudio de la realidad de producción y de sus prácticas de actualización, no se propician necesariamente por la colección (síntesis) de restos extraídos desde lo universal. Una síntesis extraída y separada por restos desde lo local (o de diversas localidades emplazadas desde una misma materia de producción) desplaza su idealización totalizadora, y manifiesta lo quitado y lo omitido. Una relacionalidad coordinada sólo por el deseo de producir desde la materia que ofrece todo pueblo, en tanto contexto colmado de experiencia y proyección.
Sin embargo, “estudio” y “síntesis” son también arbitrariedades de la sistematización, y toda sistematización es una universalización de lo local, del cual no hay más árbitro que la mirada del coleccionista, con todo el polvo que su ojo guarda.

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Ya sea en el flujo, afuera, arriba o también subterráneamente, el productor debe ser resiliente a su origen de separación, para propiciar el engendrarse a sí mismo y actualizar todo su medio.

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Todo pueblo fue pueblo utópico, toda construcción fue maqueta y diagrama, toda ruina un imaginario, toda realidad deseo. Todo objeto no sólo un sueño sino también pesadilla.


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La caja negra viaja dentro de aquello mismo que le da sentido pleno.

9
Tangible e intangible, cuerpo y espíritu, forma y materia, anverso y reverso; son luchas tan eternas como la lucha misma y la avenencia, lo eterno y lo finito.

10
Y el origen es la separación.

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